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Mayra, la adolescente que demandó a sus padres para evitar un arreglo matrimonial

  • Con información de El País
23 de noviembre de 2020, 22:00
Mayra Lineth Pop Maquín es la guatemalteca que luchó judicialmente para que sus padres no la casaran a los 14 años. (Foto: Diario El País) 

Mayra Lineth Pop Maquín es la guatemalteca que luchó judicialmente para que sus padres no la casaran a los 14 años. (Foto: Diario El País) 

Con 14 años, Mayra Lineth Pop Maquin quiso irse de casa, pero no por la típica rabieta de adolescente. Quería seguir estudiando y quedarse significaba casarse, que la entregaran a un chico siete años mayor que ella y al que ni siquiera conocía.

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El diario El País publicó un reportaje contando la historia de la joven guatemalteca. 

La historia 

Sus padres no tenían dinero para la escuela y dar a su hija mayor en matrimonio para que empezara a formar su propia familia, al fin y al cabo, era lo habitual en su comunidad, la aldea China Cadenas, en Izabal. 

“El 1 de noviembre, ya hace cuatro años, llegó un muchacho. Ni siquiera fue novio mío, habló con mi papá y mi papá aceptó y entonces empezó a preguntarme que si yo quería casarme y le dije que yo no quería nada, que yo solo quería estudiar. Mi papá me dijo: ‘No tenemos plata’ y ahí me quedé sin saber qué hacer. Intenté varias veces decir no, pero él no me entendió”, recuerda.

Pero ella no se resignó. Con la ayuda de una organización no gubernamental que tenía un programa de educación de niñas en su comunidad, llevó su caso ante la justicia. Por aquel entonces, el matrimonio infantil todavía no era ilegal en Guatemala y la práctica era común, especialmente en algunas zonas rurales y pueblos indígenas como los q’eqchis, al que pertenece Pop.

“En el caso de Mayra ya era la segunda vez que la habían ido a pedir y ella estaba sumamente preocupada porque creía que a la tercera vez que fueran por ella sus papás la iban a entregar. Los integrantes de su familia, dando continuidad a su conocimiento ancestral, estaban decididos a entregarla”, explica Karen DuBois, directora del programa dedicado a las niñas de Fundaeco, el grupo que ayudó a la adolescente con su demanda.

Guatemala prohibió el matrimonio infantil a finales de 2017, pero esas uniones no han acabado del todo, especialmente en aldeas indígenas. Y aunque DuBois cree que es cada vez menos habitual, sospecha que la pandemia puede haber provocado un aumento en la entrega de niñas a hombres, pero no hay manera de verificarlo porque la crisis de salud ha reducido la presencia institucional en esas zonas remotas.

La organización Save the Children alertó en un comunicado reciente que la crisis de covid-19 podría aumentar los matrimonios infantiles forzados. Según su cálculo, para finales de 2020 unos 12 millones de niñas en todo el mundo habrán sido obligadas a casarse, a menudo con hombres de edad avanzada, lo que tendrá una repercusión en el “aumento de los embarazos de adolescentes y del abandono escolar”. “Este incremento supone revertir 25 años de progreso, en los que se había conseguido reducir las tasas de matrimonio forzoso en niñas”, advirtió la organización.

A principios de 2017, el caso de Pop llegó a un juzgado de primera instancia de la niñez, que determinó que no podían obligarla a casarse. El juez consideró que eso vulneraba sus derechos y le dio la custodia a su abuelo paterno. Además, la sentencia obligaba a la adolescente a continuar con sus estudios y recibir terapia psicológica y a sus padres a ir a una escuela de adultos. “Yo estaba sorprendida porque no sabía que iban a hacer algo por mí. Mi papá se enojó un poco porque no le había hecho caso, pero solo por eso estoy aquí y sigo estudiando (...) Me sentía libre y me sentía muy feliz porque me salvé”, dice al teléfono la joven desde Livingston, la ciudad a la que se desplaza los fines de semana desde que comenzó la pandemia para conseguir Internet y ponerse al día con su carrera de Ingeniería Forestal.

El éxito en los estudios es un símbolo de su victoria y una muestra de que formarse era realmente lo que quería, pese a las críticas que sufrió en su comunidad cuando decidió salirse de la norma. “Me dijeron bastantes cosas, que yo nunca iba a graduarme, que solo fui a buscar hombres y a buscar embarazarme y yo me puse a llorar, pero me dijo mi mamá: ‘No te preocupés por eso. Tú decidiste no casarte y estás libre de hacer las cosas como quieras’”, recuerda.

Ahora, su historia es un impulso para otras niñas que vieron cómo Pop consiguió convertirse en la primera de su aldea en acabar la secundaria y llegar a la universidad, un logro que pudo celebrar junto a sus padres.

El Diario El País mostró este caso al mundo: 

 

 

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