San Juan Sacatepéquez ahora es conocido no solo por el pinol de maíz amarillo con carne de gallina, que es su platillo típico, por su producción de flores, muebles, artesanías.
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El lugar cobra notoriedad porque cada tanto es epicentro de explosiones de coheterías clandestinas, que dejan muerte y, en el menor de los casos, quemaduras graves a quienes laboran en la manufactura de pirotecnia.
San Juan Sacatepéquez se ha convertido en un municipio explosivo. En diversos sitios, con accesos difíciles, diseminados se encuentran estos recintos sin las condiciones adecuadas para la producción y las personas apenas tienen conocimiento de lo que se requiere para no sufrir percances.
Los cuerpos de bomberos reportan que durante este año se han atendido un promedio de 2 explosiones por mes, las cuales han dejado al menos 5 personas fallecidas por la indebida manipulación de la pólvora negra, usada para este producto.
Expertos, como el coronel Byron Rivas, ingeniero en explosivos, el capitán Gustavo Solano, y Rómulo Mejía, del grupo nacional de respuesta de incidentes con materiales peligrosos de la Conred explican y coinciden en que es una combinación química, peligrosa y altamente inflamable que no genera incendios, sino que solamente explota; por esa razón este insumo está incluido en la categoría de los explosivos.
Su potencial es capaz de producir muerte, heridos con quemaduras de primero, segundo y tercer grados y amputaciones de miembros, señala Víctor Quelex, de los Bomberos Voluntarios de San Raymundo, quien cuenta, que su equipo ha atendido unas cinco explosiones este año.
"La falta de oportunidad hace que estos pobladores acudan a pedirle trabajo a otras personas y se llevan los productos inflamables para trabajarlos en sus hogares", agrega.
Tragedia
Quelex no olvida un hecho ocurrido el 29 de noviembre de 2024, en el que su equipo tuvo que recuperar las extremidades de María Mach Toxcón Mach, de 61 años, por un incidente en el caserío Sineyes, Aldea Sacsuy, en San Juan.
"La persona estaba desmembrada por la explosión; había restos humanos, en los techos y patios. Se tuvieron que recuperar las partes humanas", fue el reporte de los socorristas.

Pesa la pobreza
Una de las características de los accidentes con pólvora negra es que ocurren comúnmente en residencias de personas con escasos recursos y difícil acceso. Estos pobladores se dedican al cultivo de maíz y maicillo y viven, principalmente, en los caseríos de las aldeas, Cerro Alto, Suacité y Sacsuy.

Pese al peligro de morir o quedar con daño físico o psicológico, y ganar apenas unos Q400 a la semana, la necesidad los lleva a formar equipos de trabajo de hasta 8 personas en el proceso de la pirotecnia.
"Algunos preparan la mecha, otros cortan el tubo y hacen el taqueado o llenan la ruedas, en el corte de mecha y preparación de la vena hay otras personas", cuenta Juan Raxón, un trabajador del sector.
Este municipio tiene una población de 152 mil 583 habitantes; de estos, 64 mil (41 %) viven en pobreza y unos 15 mil en extrema pobreza, reporta el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). En este último aspecto está la mayoría de personas que ha sufrido las explosiones.
Alarma
Expertos en el manejo de sustancias peligrosas del Ejército de Guatemala y la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) indican que los controles sobre la sustancia deben ser más riguroso.
El coronel Byron Rivas, un oficial de ingeniería experto en explosivos, señaló que en las comunidades como San Juan Sacatepéquez y San Raymundo, la fabricación y manipulación de pólvora es fuerte, por lo que exhorta a las autoridades a tener una especial atención para la regulación de la misma.