Feria de Quetzaltenango: sabores locales, música y tradición que deleitan a visitantes de todas las edades.
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Entre aromas que se mezclan con el bullicio y luces que titilan en la noche, la feria de Quetzaltenango se convierte en un banquete para los paladares. Más de 300 puestos despliegan una amplia variedad de platillos que reflejan la rica herencia gastronómica del departamento.
Las garnachas son un clásico imprescindible. Pequeñas tortillas de maíz fritas que se coronan con carne, salsa, cebolla picada, salsa picante y queso rallado. Su fusión de texturas crujientes y sabores intensos las convierte en una parada obligatoria para quienes recorren la feria.
Los churrasquitos, acompañados de chirmol, arroz o papas, ofrecen un sabor ahumado y jugoso que conquista a quienes buscan una comida abundante y reconfortante. Hecho para disfrutarse sin prisas.
Originarios de la región, los paches son tamales de papa rellenos de carne y envueltos en hojas naturales. Con su sabor suave y textura cremosa, mantienen viva una tradición y receta que en Quetzaltenango se respeta con fidelidad.
El pepián, uno de los platillos más emblemáticos del país, tiene en su versión quetzalteca una personalidad única. Preparado con carne de cerdo y una mezcla de semillas de ayote, ajonjolí y pepitoria, este plato refleja la fusión de tradiciones culinarias ancestrales y locales.
Las tostadas, servidas con frijoles molidos, carne, lechuga, queso y salsa, así como los tacos rellenos de carne o pollo con guarniciones frescas, complementan la experiencia. Ambos son opciones prácticas y deliciosas.
Para acompañar, el ponche de frutas, caliente o frío, reúne piña, papaya, uvas y plátano en un estallido de frescura y dulzura que reconforta en cualquier momento.
En Xelafer, cada bocado es un encuentro con la tradición, un puente entre generaciones y una invitación a saborear el alma de una ciudad que celebra con música, juegos y alegría la riqueza de su mesa.
