Afuera de la casa de un hombre de 70 años, agentes de la PNC atendían un posible abuso a una menor. Estaban un poco confundidos, hasta que una niña salió de la vivienda.
OTRAS NOTICIAS: Estas son las zonas y los departamentos más violentos del país
Wendy, como le llamaremos para resguardar su identidad, tiene 12 años. Se levantó temprano el martes 14 de enero de 2020. La pequeña estudiaba por la tarde, pero se despertaba muy temprano para ayudar con las tareas del hogar; luego se arreglaba para ir a estudiar.
El ciclo escolar recién empezaba, Estaba emocionada, como cualquier niño de su edad, por reecontrarse con sus compañeros de clase, al sentir el olor a cuadernos recién forrados y útiles escolares nuevos.
La niña vivía con su familia en el Barrio San Antonio en Cabañas, Zacapa. Cerca de su casa vivía Fredy Armando Méndez, un hombre de 70 años, agricultor, soltero y tío lejano de Wendy.
Las familias se relacionaban. Existía convivencia y confianza en ese círculo de vecinos y parientes. Algunos vigilaban que nada malo ocurriera y otros, pese a la cercanía, fueron capaces de cometer delitos atroces.
Ese día, Wendy salió de su casa y caminaba por la calle cuando se encontró a Fredy, su tío de 70 años. El hombre mayor le dijo a la niña que su mamá le había dejado una bolsa en su casa y que fueran a traerla. La niña confió y creyó en lo que su tío le estaba diciendo, por lo que caminó junto a él hacia la vivienda del hombre.
Cuando llegaron a su casa Fredy entró, Wendy lo siguió y, de inmediato, el hombre cerró la puerta. Le dijo que no gritara, la amenazó con hacerle daño a su familia si ella no obedecía.Se acercó a Wendy, la desvistió, la obligó acostarse sobre un costal y la violó.
Esta era la segunda vez que ocurría. La primera violación sucedió un mes antes, en diciembre de 2019. Aunque en esa ocasión, la violación ocurrió en la casa de la víctima. En ese momento, el hombre se percató que estaba sola. Ella lavaba platos cuando le tapó la boca por detrás, la ató de pies y manos, y la violó en el suelo.
Luego la amenazó y se retiró. La niña no dijo nada a nadie, solo quedó atemorizada y sintiendo asco por lo que había pasado.
Una denuncia clave
Tras concluir el abuso sexual, la mañana del 14 de enero, el hombre le dijo a Wendy que se vistiera. Él también lo hizo. Fredy salió a la puerta principal para observar que no estuviera nadie, pero para su sorpresa había una patrulla de la Policía Nacional Civil (PNC) con varios agentes.
El hombre, atemorizado, ingresó de nuevo a la vivienda, le dijo a Wendy que se tenía que ir, pero que si los policías le preguntaban algo, que ella solamente dijera que le había regalado sábila.
Wendy, nerviosa y triste por lo que había pasado, salió de la casa. Sentía vergüenza, aunque nada de lo que había pasado era su culpa. Caminó hacia la calle y cuando los policías le preguntaron en dónde estaban sus papás, Wendy les respondió que trabajando.
Los policías por protocolo no podían preguntarle nada más a la niña, pero sabían que algo malo había ocurrido; su presencia frente a la casa de Fredy no era una casualidad.
Minutos después de que el hombre entrara con la niña, un vecino realizó una llamada anónima: una persona denunció la situación y los policías llegaron.
Incluso recibieron una segunda llamada, cuando la patrulla estaba pasando frente a la casa. Esa persona les llamó y les dijo que esa era la vivienda donde estaba el hombre mayor con la niña.
La patrulla se estacionó frente a la vivienda, hicieron vigilancia. Se percataron cuando Fredy salió y entró asustado y, al ver salir a la niña, aplicaron el protocolo de atención a la víctima. No podían preguntarle qué había pasado, eso sería revictimizarla, se tenía que hacer en un espacio en donde ella se sintiera segura.
Así que trasladaron a la niña a la estación policial mientras ubicaban a los padres. Otros policías se quedaron afuera de la vivienda vigilando los movimientos de Fredy.
Wendy tenía miedo
La mamá de Wendy llegó con los policías. Ellos le dijeron lo que había ocurrido y que debían trasladarla a un hospital para la atención integral a víctimas de violencia sexual. Así lo hicieron.
Wendy solo lloraba, estaba asustada, pero no quería decir nada. Al llegar al hospital la evaluaron y comprobaron que había sido abusada sexualmente.
Una psicóloga atendió a la niña. Al principio no dijo nada; sin embargo, días después entró en confianza y confesó lo que había pasado.
Wendy le dijo a su mamá que tenía miedo, que se sentía avergonzada, que la gente la iba a juzgar y que por eso no había dicho nada. La mamá la consoló y le dijo que la apoyaría, que lo ocurrido no era su culpa, que quien había actuado mal era su tío Fredy.
La niña estuvo hospitalizada durante ocho días. Además, recibió tratamiento por otros días más y atención psicológica por el trauma generado.
"Son calumnias"
Con la declaración de la niña y los indicios recolectados, el hombre fue capturado, procesado y enviado a juicio por los crímenes cometidos.
Durante el juicio, Fredy declaró ante el Tribunal de Sentencia Penal de Delitos de Femicidio de Zacapa. El hombre aseguró que todo se trataba de calumnias en su contra y que era inocente. Que él no había hecho nada malo.
"Yo no le he hecho nada a la patoja y todo eso son puras calumnias, porque desde las cinco de la mañana está toda mi familia ahí en el ranchito, ¿cómo va a creer que yo le iba a agarrar, como dijeron que la había agarrado y le había hecho cosas? Son puras calumnias que la mamá le puso. Ella viene siendo como mi sobrina, cómo iba a hacer yo esas cosas.
Yo no tengo capacidad para hacer todo eso, tengo aguadas mis canillas, siento muerto mis nervios", aseguró Fredy.
Sin embargo, sus palabras se desvanecieron con las pruebas presentadas por la Fiscalía de la Mujer. No solo tenían la declaración de la niña, también el perfil genético del acusado.
Además de las declaraciones de los agentes de la PNC que fueron testigos, así como de las evaluaciones psicológicas realizadas.
Con estos elementos, el Tribunal impuso a Fredy una condena de 5 años por agresión sexual y 14 años por violación sexual.