En una sociedad impulsada por el consumo, la línea entre adquirir lo necesario y caer en el sobreendeudamiento es peligrosamente delgada.
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La aspiración de comprar, ya sea para satisfacer una necesidad básica, alcanzar un sueño o construir un patrimonio, a menudo choca con la realidad de los límites financieros.
Sin embargo, es posible navegar este panorama. La clave, según expertos en educación financiera, no reside en dejar de comprar, sino en adoptar un "consumo inteligente".
Este concepto, promovido por entidades como la Superintendencia de Bancos (SIB), implica gastar de manera organizada y reflexiva. No se trata de buscar siempre lo más barato, sino de analizar la utilidad y durabilidad de un producto en relación con su costo.

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De acuerdo con el programa de educación financiera de la SIB, el primer paso para lograrlo es fundamental: aprender a diferenciar entre necesidades reales y deseos impulsivos.
Para lograr un consumo inteligente, la herramienta principal es el presupuesto mensual realista. Tener claridad sobre los ingresos y egresos permite identificar gastos innecesarios, priorizar pagos importantes y, crucialmente, planificar metas.
El principio básico para evitar el sobreendeudamiento es simple pero estricto: no gastar más de los ingresos. Para reforzar esta disciplina, el Banco Industrial (BI), en un blog de finanzas personales, recomienda que el ahorro sea una prioridad, designando un porcentaje fijo de los ingresos a este rubro antes de gastar, y no solo ahorrando lo que sobra.
Además, este hábito construye un fondo de emergencia esencial para evitar recurrir a créditos ante gastos imprevistos.
¿Cuándo es válida la deuda?
En un podcast sobre finanzas personales del Banco Rural (Banrural), especialistas entrevistados señalaron que comprar sin endeudarse no significa evitar todo tipo de financiamiento. Ciertas adquisiciones, como una vivienda o la educación, raramente pueden cubrirse de contado. Aquí es donde entra la distinción entre "deuda buena" y "deuda mala".

Los expertos coinciden en que la deuda es positiva cuando se utiliza para adquirir un activo que aumentará su valor con el tiempo, como una propiedad; que generará ingresos, como la inversión en un negocio; o que reducirá gastos futuros, como un vehículo de trabajo.
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En Guatemala, por ejemplo, más del 90% de las personas adquiere una vivienda a través de un crédito hipotecario, según diferentes estudios. Esta se considera una deuda buena porque obliga a una disciplina de pago mensual que, a su vez, construye un patrimonio.




