Con cerca de 4,700 locales el Mercado Municipal de Antigua Guatemala, Sacatepéquez es un motor de comercio y un símbolo de turismo y cultura, donde la tradición se mezcla con la vida diaria de los comerciantes.
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Han pasado 46 años desde la inauguración del mercado municipal de Antigua Guatemala en su ubicación actual, tiempo en el que se ha consolidado como el principal centro de comercio de Sacatepéquez.
Fundado en 1979, el mercado marcó un cambio significativo en la economía local. Gregorio Alvarado, uno de los arrendatarios, explicó que en el lugar operan cerca de 4,700 locales distribuidos en 40 sectores, lo que lo convierte en el más grande de la región.

En sus pasillos se respira tradición, movimiento y diversidad: un punto de encuentro donde comerciantes de Quiché, Chimaltenango, Escuintla y del mismo departamento ofrecen desde frutas y verduras hasta ropa, artesanías y artículos del hogar, entre muchos productos más.
El mercado también es un punto de encuentro para la cultura y la religión. Cada 12 de julio, los comerciantes celebran con devoción la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, fecha que simboliza unión y gratitud por el trabajo que realizan día a día.

Este espacio no solo abastece a los vecinos de La Antigua Guatemala, sino que también atrae a turistas nacionales y extranjeros. "Muchos vienen buscando una experiencia auténtica, algo que represente la vida cotidiana del país", expresó María Nicolás, otra comerciante.
Aunque el mercado abre todos los días, los lunes, jueves y sábados concentran la mayor actividad. Desde la noche anterior, los comerciantes llegan con sus productos frescos, listos para recibir a compradores que buscan precios justos y calidad. En esas jornadas, los pasillos se llenan de voces, aromas y colores, reflejando el dinamismo de una economía que se sostiene gracias al esfuerzo comunitario.

Más allá de su función comercial, el mercado municipal es un símbolo de identidad. Representa la convivencia entre tradición y modernidad, un espacio donde la historia continúa viva entre puestos de verduras, textiles y sonrisas.
En cada venta se conserva el espíritu de cooperación que caracteriza a los antigüeños y el legado de un lugar que, a casi medio siglo de existencia, sigue latiendo como el corazón económico y cultural de la ciudad colonial.




