Malin Cifuentes, la primera mujer guatemalteca instructora de incendios forestales, certificada en EEUU, revela cómo un accidente familiar forjó su vocación.
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El día que los bomberos llegaron a la casa de Malin Cifuentes se abrió una puerta en su futuro. Llegaban para atender a su mamá tras un accidente doméstico y terminaron mostrándole a la joven el camino a seguir de allí en adelante.
Tras este incidente, se dio cuenta de que quería ser como ellos, portar un uniforme y ayudar a las personas a convertir la angustia en calma, devolver la paz y la esperanza a gente.
En 2019, tras ya haberse graduado como bombera, recibió una invitación para especializarse en incendios forestales.

"De parte de la Escuela Técnica me invitaron a este entrenamiento, que fue mi primer curso de incendios forestales; era una capacitación que vinieron a dar bomberos de Honduras," recuerda.
Al principio no quería ir, pero su mamá le dijo que quizá ese curso le estaba llegando por una razón especial, porque su hermano era ingeniero agrónomo y él amaba la naturaleza, siempre estaba en el bosque cuidando el área donde vivía.
"Entonces saqué el curso, que fue bastante difícil, muy fuerte, pero desde entonces me enamoré del combate a los incendios forestales", asegura.

Después tomó clases con el Servicio Forestal de los Estados Unidos y pasó de alumna a maestra, a replicar todo lo aprendido con sus compañeros. Fue así como consiguió la certificación como instructora del Servicio Forestal. Se convirtió en la primera mujer guatemalteca en conseguir esta certificación.
"Me siento muy contenta, feliz de darle este logro a mi familia y en lo personal a mí misma; creo que fue un reto que ahora lo estoy cumpliendo".
El lema que mueve su vida es: "Servir, antes que ser servida", cada vez que está de servicio, deja de pensar en sí misma. Su vocación es salvar todo lo que tenga vida, incluyendo los árboles y la fauna silvestre; frenar esos incendios que en poco tiempo consumen hectáreas de bosque.
Servicio a la comunidad
Cifuentes ha tenido varias pruebas en su vida, tanto en la pérdida de familiares como a la atención de emergencias; ninguna de ellas la hizo perder su vocación.
"Cuando tenía seis meses de haberme graduado, me llamaron para atender el incendio en La Terminal; fue algo muy fuerte, donde me puse a prueba. Recuerdo a uno de mis comandantes que me dijo: 'Usted puede, échele ganas. Yo sé que usted puede salir avante de esto' y eso hizo que no decayera, que lo lograra. Creo que fue una de las situaciones que más me ha marcado".

No fue la única vez en que fue exigida a sacar la casta; después su vida se llenó de la adrenalina que vienen implícitos con la profesión, correr contra el reloj para salvar vidas.
Así, tuvo que enfrentarse a tragedias de la magnitud de Cambray, donde sirvió rescatando personas soterradas y enfrentarse una y otra vez a las llamadas de emergencia.




